domingo, 7 de marzo de 2021

Las mujeres de mi árbol

Las mujeres de mi árbol son de raíz firme, tenacidad y lucha. Su coraje ha pasado de generación en generación, logrando que en cada alumbramiento, naciéramos mas fuertes y con la firmeza de sus raíces arraigadas en nuestros genes. 

De las raíces más profundas, recuerdo a las dos, con orgullo y añoranza. Mis dos abuelas, cada cual regalaba amor a raudales a su "particular" manera. Son ellas quienes sacaron adelante a sus hijos. La una, nunca imaginó que llegaría una guerra mundial que la dejase sola , lejos de sus orígenes y lejos de su marido quien luchaba en el frente. Pero ella decidió seguir, no se paró, no pensó en que aquello la superaba. Simplemente agarró a sus retoños y buscó la mejor forma de que pudiesen sobrevivir. Y sobrevivieron, tanto así que en la post-guerra nació el último de tres hermanos. Siempre al servicio de su marido, siempre obediente, siempre correcta y siempre fiel. 

La otra, trabajando de sol para amamantar a sus 8 hijos; bueno, a los suyos y a los que pudiesen tener hambre. Estricta y firme para controlar a tantos chiquillos revoltosos. Sus días eran largos y sus noches cortas; siempre dispuesta, siempre gentil con quien no tenía, siempre honrada. 

Ambas aguantaron con firmeza el hambre, el frío, la soledad; nunca se amedrentaron frente a las adversidades. Y cuando había una pella gofio, pues con eso daba para todos. Milagrosas delante de los fogones y en el hogar. 

Las mujeres de mi árbol que se encaminaban poco a poco rumbo al cambio, se casaron "como dios manda", tuvieron muchos chiquillos e hicieron crecer ramas llenas de mujeres, cada una con su forma de ver la vida, siempre con paso firme, transmitiendo la savia a las nuevas generaciones que llegaron a este mundo para demostrar que no hay nada que se nos puede lograr. 

De las mujeres de mi árbol, me quedo con una, con la que eligió desprenderse de la seguridad de sus raíces y aventurarse en busca de un futuro mejor para su pequeña familia de 4. Sin mirar atrás y a sabiendas que no hablaría con sus hermanas y su madre en mucho tiempo, miró a su futuro con coraje y decisión. Cuan injusta es la vida a veces... y una mañana se quedó lejos de los suyos, sola con sus retoños en un país donde nadie la entendía. Ni su idioma, ni sus sentimientos, ni su forma de ver la vida. Y recordó la fortaleza de sus raíces, se secó la lágrimas y decidió seguir. Y trabajó, trabajó de sol a sol, para poder volver a casa y así, quizás olvidar el mal sueño que le había tocado vivir. 

Vio cumplir su deseo y regresó al hogar a la "comuna de Mamaía" donde siempre siempre había sitio para todos. Y las mujeres de mi árbol se reunieron en torno a su hermana que regresaba tras una década y rieron y cantaron y por un instante, parecía que el tiempo no hubiese pasado. 

Y como es ley de vida, algunas mujeres de mi árbol ya no nos guían de forma presencial, pero siempre de forma espiritual. No hay un día que no riegue las plantas y piense en mi tía Chovia o la felicidad que siento delante de los fogones y recuerdo a Mamaía con su delantal, su cigarrito y su sonrisa.  

Toda las mujeres que forman parte de mi árbol, me han enseñado a no rendirme nunca. Y aunque ninguna fue inventora, científica o la primera comandante de la marina, todas y cada una de ellas han sido, importantes en algo o para alguien.

Este es mi humilde homenaje a todas las maravillosas mujeres que forman el árbol de mi vida. A las que están y las que no, gracias! Pues de toda las mujeres de mi árbol hay savia en mis venas.